ABRE TUS OJOS


He vivido toda mi vida engañándome a mi mismo, si no me creen, pregúntenle a alguien que me conozca, hasta los 20 años dirán que yo era como un niño que se negaba admitir que en el mundo existía el mal, y peor aún que predominaba. Creía que mi hermano, esas veces que llegaba alterado y maltrataba a mi mamá se debía simplemente a su problema hepático que lo ponía de mal humor. Claro, entonces no conocía los efectos del alcohol ni las drogas; pensaba además que estaba tan lejos de mi pequeño mundo, hasta que un día ese pequeño mundo empezó a crecer.

Creía que mis padres se amaban de la manera más pura, incluso creí cuando mi madre me dijo que la ausencia de mi padre se debía a viajes de trabajo, dos años de trabajo continuo y repentino, cuan iluso era ¿no?, y es que también recibí ayuda de mi madre para el engaño, ella simplemente lo llama protección.

Creía que nadie se encargaba de dar versiones tergiversadas de mi vida más que yo mismo, pero resulta que desde mis 15 años es el deporte favorito de los que me conocen.

Hasta llegue a creer que María me amaba, claro, como no creer en sus palabras; talvez no mentía; talvez simplemente amaba a mucha gente y tenía la facilidad de ver a través de una persona y amarla en el momento.

Creía que a mis amigos no les importaba si yo era rico o pobre, ellos me querían como era, hasta que por fin tuve claras las cosas cuando mis padres se separaron, y me fui a vivir con lo poco que nos dejó mi padre.

Creí en tantas estupideces, incluyendo la religión, la selección nacional, la amistad, el amor, hasta que un día se empezaron a aclarar una a una las cosas sin motivo alguno, las incoherencias empezaron a materializarse y mostrarse tal cual su propia naturaleza.

Ahora, aunque no se cual es la realidad, si la que vivo de día, con un trabajo común interactuando con los que me rodean, o si la que vivo de noche en los bares de la ciudad, lo único que me reconforta es que ahora yo también hago daño, y me gusta.